jueves, 23 de junio de 2011

Feel today?

Idiota
Es lo único que me viene a la cabeza
Sentado, escuchando música
Rumiando mis sentimientos, hasta convertirlos en un poso amargo que impregna mi garganta con su sabor.

Preguntas sin respuesta, sin sentido, sin preguntar nada.
Bendito aquel que consiga arrancarme hasta el último nervio de mi cuerpo, para dejar de sentir; pues a veces prefiero el cómodo vacío a la honda desesperanza que me atenaza.

Siento tu mano en mi pelo y tu respiración en mi nuca, mas cuando me vuelvo sigues eternamente ausente, humo, nada. Y lo se, incluso antes de imaginarte, pero no tengo otra opción si quiero aguantar otro día más, otra noche más en la oscuridad de mi sinrazón.
Me siento avergonzado de mi futilidad, de mi debilidad, de mi incapacidad para controlar lo que siento; estoy harto de mi mismo.

Y heme aquí, destrozando mis neuronas en un vano intento por racionalizarme, despedazando mi consciencia infructuosamente para tratar de obtener un poco de calma y sosiego en mi vida.
Si se dice que el hombre es el lobo para el hombre, no es menos cierto que los sentimientos son el gran monstruo antropófago para el hombre; dispuesto a devorar a los demás o a uno mismo en su irracionalidad autodestructiva.

Sentimientos, sentimientos, malditos todos ellos, los que no nos hacen la vida un trago amargo, sólo son la dulce preparación para otro trago aún más terrible que el anterior.


Todo es vano, pues está claro que el destino del hombre es vivir de acuerdo a unos sentimientos que nunca eligió y cuya decisión está vetada a toda alma sentiente.

Pero eso no es impedimento para mi grito de rabia; un grito que hace estallar mi caja torácica, que destroza mi garganta; que hace brillar mis ojos desorbitados; un grito que se extiende por el mundo como una ola de la mar embravecida y que hace huir a las bestias que habitan en la cercanía.

Mírame Sol, aquí estoy quemado y cegado por tus infinitos rayos, y no me escondo bajo la sombra de las piedras de tu desierto, ni me hundo en tus ciénagas cuando te grito que te lleves lo que me has dado; arráncame mi orgullo y mi bilis que me impiden ver con claridad; llévatelos lejos, fuera de este mundo, donde sólo tu arcana luz pueda llegar a iluminarlos.

Mírame Tierra, aquí estoy bajo tu lluvia, y no me parte un rayo ni me amilano al decir, al proferir, al aullar mi ira y mi razón por unos sentimientos que me diste y que yo nunca te pedí. Arráncame mi corazón y mi desesperanza y guárdalos en tus grutas prohibidas, en tus antros de gemas preciosas, en tus cuevas de maravillas, e insensato aquel que se atreva a bajar por ellos.


Dejadme solo con mi pobre cerebro, con mi pobre razón; que ya tiene bastante con soportar nuestra existencia en este mundo hostil que nos ha dado la vida.


domingo, 19 de junio de 2011

Barco Lunar

¿Dónde vas, perdido?
si no hallaste tu camino,
ni tienes un destino.

Estás flotando,
sin arriba ni abajo,
sin luz ni oscuridad,
que te guíen al lugar,
al que ni sabes si quieres llegar.
Completar, complementar, descansar, arribar
laten en tu corazón de velero.

Desaliento, desengaño, realidad;
la búsqueda infructuosa,
que te costará la vida,
que llevará una vida,
que hará tu vida, viva;
lo quieras o no.

***

Hoy te has despertado empapado en el sudor que sólo dejan los sueños, que te recuerda que tu imaginación no es la realidad, que nada es como debería ser y que todo está roto en un mundo de reflejos que ciegan, pozos que hunden y recuerdos que abrasan tu mente.
Y a quién le importan los sueños, que solo existen para el tormento del alma humana.
Y a quién le importan los reflejos, si hace tiempo que estás ciego.
Y a quién le importan los pozos, si ya vives bajo tierra.
Eso dices cuando te entristeces y te enfadas
Pero es mentira; hay sueños más fuertes que tu alma atormentada, reflejos tan brillantes que atraviesan tus ojos de ciego, iluminando tu cerebro; y pozos más profundos que cualquiera de tus hondas y tenebrosas moradas.
Debes aceptarlo, la realidad es más fuerte, porque tú la haces más fuerte a cada nueva vivencia, con cada minuto que pasa, con cada nuevo recuerdo.

¿Y que puedes hacer? ¿Cómo puedes vivir así?

Asúmelo.
Eres un barco en un mar de estrellas, arrastrado por el viento de millones de soles, millones de neuronas palpitantes de vida. No puedes detenerte, no sabes retroceder. Tus recuerdos sólo son el lastre de tus yo pasados tratando de volver al tempestuoso presente. Los pozos, agujeros negros que has de sortear si no quieres vivir sin vida, atrapado en el recuerdo; mientras las corrientes te arrastran lánguidamente para morir en soledad.

Asúmelo.
No eres el único barco (ni el más espléndido), pero sí el más importante para ti. A veces te recibirán a cañonazos y deberás huir solo en la noche. Otras te recibirán con pompa y júbilo en otras naves. Y la mayoría ni siquiera podrás o querrás contactar con los barcos que se crucen en tu camino.
Te sentirás furioso, colérico, porque los demás escapan a tu control, porque nada es como debería ser, porque estás solo y perdido en medio de la oscuridad de las estrellas y del vacío del universo; y te sientes pequeño e insignificante, arrastrado a la deriva.

Asúmelo.
La única víctima de toda tu furia, tu enfado y desengaño eres tú, que tratas de quemar el barco en medio de tu ira. De las ruinas de tu navío debes construir otro mejor o resignarte a que las cenizas se dispersen por el cosmos, quedando de aviso a futuros navegantes de la crudeza de una vida en la que no todos podemos soportar la existencia de quienes escapan a nuestro control.


Ahora debes soltar amarras y tratar de reparar el casco, sangrando de melancolía por un costado y carcomido lenta, pero visiblemente, por los recuerdos el otro; con el mástil torcido por la desesperanza que produce el que no haya (todavía) barco a la vista.